Futbolistas: Working class heroes

18.06.2021

Todos, en la infancia, soñamos con convertirnos en futbolista profesional. Seguramente también soñaste con el olor que debían desprender aquellas alfombras de hierba recién cortada que veías en la tele, mientras la gravilla del barrio te mordía sin piedad las rodillas. Al fin y al cabo, las eliminatorias se jugaban, no para ganar el torneo, sino para ganarte el respeto de tus colegas; no quedaba otra que dejarse piel y alma en cada disputa.

Seguramente soñaste con el tacto de las botas de colores que tus ídolos estrenaban cada domingo, mientras tus playeras de mercadillo se mofaban deslenguadas en tu cara. Y seguro que soñaste con besar una y mil veces el escudo de tu club, en una multitudinaria presentación, mientras te deslumbraban decenas de flashes. Pero, en tu barrio, solo bizqueaban algunas farolas cuando anochecía y entonces tú sudabas tu camiseta falsa porque sabías que, en cualquier momento, tu madre podía asomarse a la ventana para poner fin al juego con el irrefutable grito de: '¡A cenaaaaaar!'.

Soñabas con convertirte en futbolista porque ese sueño te sacaba de tu gris realidad: la de padres currantes que se deslomaban de sol a sol para que tú tuvieras un futuro, para que tú pudieras estudiar. Pero tú, después de cenar, mirabas por última vez el póster de tu equipo y entonces, cuando apagabas la luz, como dijo Calderón, la vida se convertía en sueño.

'Jugar al balón y marcarle un triplete, con túnel incluido, al hijo rechoncho del notario que estaba siempre en la portería', escribe Alberto Prunetti en 108 metros. The new working class hero. El escritor italiano empezó una prometedora carrera futbolística como lateral, y terminó  jugando de líbero. Era un zaguero rompedor: no dejaba pasar al rival y la pelota en la misma jugada. 'Con doce años,', confesó, 'no había a nada mejor. Jugar en el barro de los pequeños campos de categorías inferiores'. En aquel entonces, Prunetti cuidaba las botas como oro en paño, leía con fruición La Gazzetta dello Sport y los domingos, con su padre, acudía religiosamente al estadio de Grosseto o Livorno.


Leer el artículo completo en Ultras. 


miguel ángel ortiz olivera
Todos los derechos reservados 2019
Creado con Webnode
¡Crea tu página web gratis! Esta página web fue creada con Webnode. Crea tu propia web gratis hoy mismo! Comenzar