La cara B del sueño

09.07.2021

En aquella vieja fotografía, al pequeño Jacinto Elá la camiseta blanquiazul del Espanyol le queda enorme, holgadísima, como dos, tres y hasta cuatro tallas más grande. Podría parecer que se la hubiese regalado un jugador de Primera, alto y fuerte. Quizás -y solo quizás-, el futbolista en que aquel niño soñaba convertirse unos años después.

Jacinto Elá tenía doce años cuando se tomó  aquella fotografía. Corría el año 1996, y militaba en los infantiles del Espanyol. Aquel día lo habían reconocido como el mejor futbolista del mundo en la Nike Premier Cup. Jacinto no miraba a la cámara mientras estrechaba la mano al miembro de la organización que le entregaba el galardón. Quizás -y solo quizás-, viendo esa fotografía con la perspectiva que da el presente, se podría decir que no solo la camiseta le venía grande a aquel niño. Sin embargo, todavía tendrían que pasar muchos años para entender esa lección de vida. En aquel instante, Jacinto se sentía el niño más feliz del mundo. Había cumplido el sueño que perseguía cada tarde, mientras, de vuelta a casa, corría por la calle Valencia tirando paredes con su hermano. El que perseguía cuando debutó con L'Hospitalet. Cuando fichó por el Espanyol. Lo que no podía imaginar viendo el brillo del trofeo es lo que vendría después de aquella foto: la cara B del sueño.

'La ventaja de soñar con ser futbolista es que no tienes que hacer una selectividad ni cursar una carrera para ser profesional', escribió Jacinto Elá muchos años después, 'llevas preparándote desde niño para ello'. Lo escribió en el libro Fútbol B con la madurez que dan las derrotas, los goles fallados, los pases mal dados. Porque el que sabe perder, en realidad, nunca pierde; aprende. Y Jacinto Elá vivió el sueño pero despertó en la pesadilla: tras un inicio más que prometedor, decidió poner fin a su carrera de futbolista con tan solo veintiséis años. 'Fue el mundo profesional, al salir del Espanyol, cuando me domesticaron', confesó. 'Eliminaron de mí todo rastro del niño que fui. Cuando noté que no quedaba nada de ese niño callejero, dejé el fútbol'.

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miguel ángel ortiz olivera
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