What about Pereira?

19.02.2022

De qué mundo vienen los personajes de una novela, en muchos casos, sigue siendo uno de los misterios de la creación literaria. A algunos personajes, el autor se los cruza por la calle el día menos pensado. Muchos son invenciones desde la cabeza a los pies. Y otros, mezcla de ambos mundos: realidad y fantasía. Son muchos los que se presentan, en primera instancia, como voces con la necesidad de contar su historia. Y, a mediada que avanzan en la narración, se clarifican sus rasgos físicos. Sombras, palabras, fantasmas que emergen entre los muertos, el vecino de al lado que en el ascensor te cuenta una historia. Sostiene Antonio Tabucchi que el inefable señor Pereira, protagonista de su famosa novela, Sostiene Pereira, se le apareció en sueños, una noche de septiembre, a principios de los noventa. Son muchos los literatos a los que, como a él, los personajes de sus novelas se les han aparecido de repente, en ese momento nebuloso y mágico que precede la vigilia. En aquella primera visita, el señor Pereira obviamente todavía no se llamaba Pereira, tan solo era una sombra anónima y huidiza; pero se le presentó a Tabucchi con un destino definido, sostiene: buscaba un autor que lo ayudase a protagonizar un libro. 'Aquella tarde de septiembre', confiesa Tabucchi, 'comprendí vagamente que un ánima que erraba en el espacio del éter me necesitaba para relatarse, para describir una elección, un tormento, una vida'. En aquella época, Tabucchi realizó también una visita, en su caso a un conocido lejano que había fallecido recientemente. Sostiene que leyó, por casualidad, su necrológica en el periódico local. Recordó que lo había conocido en su juventud, en París, cuando su compatriota, exiliado, ejercía como periodista en un diario parisino. No podía hacerlo en su tierra desde que, años antes, publicase un artículo feroz contra la dictadura de Salazar. Tabucchi cerró el periódico, sostiene, y se dirigió a la capilla ardiente del hospital donde descansaban sus restos. No había ni un alma. 'Nadie se acordaba ya de un viejo periodista que se había opuesto con determinación a la dictadura de Salazar', explica Tabucchi. Se quedó en la capilla ardiente diez minutos, sostiene, y se fue. Con el paso de los meses, se sucedieron las visitas de aquella sombra huidiza en sus sueños. Y Tabucchi sostiene que la bautizó como Pereira por dos razones: el árbol y una pieza teatral de Eliot titulada What about Pereira? Estaba listo para escuchar su historia. Y así lo hizo, sostiene, durante muchas noches. 'Y en verano del noventa y tres', explica Tabucchi, 'cuando Pereira se había convertido en amigo mío y me había relatado su historia, yo pude escribirla'. Sostiene que tardó apenas dos meses. Sostiene que fueron dos meses tórridos, de furibunda escritura. Y gracias precisamente a la fuerza de la escritura los lectores de todo el mundo pudieron conocer al señor Pereira, un hombre viudo, con problemas en su enorme corazón, que dirige la sección cultural de un modesto periódico lisboeta. Al señor Pereira le chiflan las omelettes de finas hierbas y las limonadas bien azucaradas. A veces fuma un cigarrillo mientras contempla un deslumbrante atardecer atlántico. Pero sobre todo disfruta leyendo, escribiendo, traduciendo. Y charlando sobre los autores franceses que más le apasionan. 'La filosofía parece ocuparse de la verdad, pero quizá no diga más que fantasías', sostiene que decía un tío suyo, escritor frustrado, 'y la literatura parece ocuparse solo de fantasías, pero quizá diga la verdad'. La verdad es que Antonio Tabucchi ha creado un personaje que, cuando el lector cierra el libro, todavía continúa a su lado, como susurrándole en sueños. Y eso, crear personajes capaces de respirar alejados de la página, personajes que se cuelan entre los renglones, que sangran más que tinta, eso, sostenía Miguel Delibes, es la principal virtud de los buenos escritores.  

miguel ángel ortiz olivera
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