Defenderse con uñas y dientes: el derecho de los débiles

18.08.2021

Gianni Brera cerró la revista De Homine, con gesto airado. Intentó contar hasta diez para calmarse, pero era un hombre de sangre caliente. Buscó la pluma, colocó un papel en blanco sobre el escritorio y redactó con furia su respuesta al prepotente Umberto Eco. ¿Cómo se había atrevido a definir su estilo periodístico como 'gaddismo explicado al pueblo'? ¿Quién demonios se creía para comparar sus textos sobre fútbol con los pastiches del misógino de Gadda? Va fan culo, pirla! Él, Gianni Brera, había creado un lenguaje que antes no existía en Italia. ¿No era esa, precisamente, la principal tarea de un escritor: nombrar las cosas, darles vida con las palabras?

Y él, Gianni Brera, había ido incluso más allá: había sido el primero en encerrar las complejas tácticas de los entrenadores en una columna periodística. No le cabía duda de que sus aportaciones habían mejorado la calidad del fútbol italiano. Un ejemplo: antes, todos llamaban verrou al estilo defensivo practicado por los grandes clubes italianos; sin embargo, desde que él lo bautizase como cattenaccio, toda Italia lo sentía como algo propio, patrio. Y otro ejemplo: antes, todos veían a aquel jugador que guardaba la espalda a la defensa, pero nadie lo llamaba por su nombre: líbero. Todo eso - dijera lo que dijera el maldito Umberto Eco- había sido gracias a sus textos, a él, Gianni Brera, que había creado un lenguaje deportivo que antes ni tan siquiera existía como tal en Italia. Punto finale!

No iba a dejar que Eco lo pisoteara así como así, por muy gran escritor que fuera. Los débiles tenían todo el derecho del mundo a defenderse con uñas y dientes, ¿no? Gianni Brera sabía que, muchas veces, jugar a los golpes no era la mejor estrategia si las fuerzas no estaban parejas; en esos casos, había que compensar las piernas con la inteligencia: agazaparse, resistir y contragolpear aprovechando los puntos débiles del rival. Así habían luchado en las trincheras durante la guerra. Y así debía jugar Italia: la Segunda Guerra Mundial había debilitado a sus clubes, ya no podían competir de tú a tú con el resto de europeos, debían ser inteligentes, usar sus recursos naturales tal y como siglos antes había propuesto Maquiavelo en El Príncipe.

'Un balón y un libro, impregnados en el ADN de los italianos', escribe Mauro Osses Ardiles en El derecho de los débiles, 'daría lugar a la época más exitosa del llamado catenaccio de la mano de Nereo Rocco y Helenio Herrera'. Y esos éxitos, precisamente, le dieron la razón a Gianni Brera frente a Umberto Eco: manejando con inteligencia el arte de defender David podía vencer por goleada a Goliat. El AC Milán de Rocco y el Inter de Helenio demostraron que una buena defensa podía ser el mejor ataque. Gianni Brera sabía que aquella filosofía provenía de una dilatada evolución histórica de las tácticas defensivas: del verrou de Karl Rappan, el Volga Clip que tantos éxitos dio al Kyryla Sovetor ruso, la garra charrúa y la viannema de Giusseppe Viani Gipo. Cada uno había aportado sus variantes: una mentalidad férrea, un físico poderoso, un líbero que comandase, un carrilero que apuñalase los costados del rival, la importancia de la pizarra, los retiri.

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miguel ángel ortiz olivera
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