El anuncio de una nueva era

21.11.2022

Juan Villoro viajó a París como enviado especial de prensa para cubrir el Mundial de Francia. Ya lo había hecho años atrás, en Italia'90, sin embargo, aquel Mundial de 1998 tenía un ingrediente añadido que lo hacía aún si cabe más especial: aquel mes de junio se iba a disputar en tierras galas el que sería el último Campeonato del Mundo del siglo XX. Y Juan Villoro estaría allí para contarlo. Para eternizar los goles con sus palabras. Es fácil imaginárselo avanzando ilusionado entre la multitud hormigueante del aeropuerto, después de haber pasado los controles de seguridad. Un Mundial, al fin y al cabo, es un Mundial: un momento único que tarda cuatro largos años en volverse a presentar. 

 Una vez en la terminal, seguramente Villoro se sentó en las butacas de la zona de espera. Y quizás abrió un libro para entretener el tiempo hasta la apertura de la puerta de embarque, mientras el resto de pasajeros aprovechaban la tediosa espera comiendo algo, charlando o simplemente echando una furtiva cabezada con una revista entre las manos: todavía no habían aterrizado en nuestras vidas las tiránicas redes sociales. De repente, un anuncio, en una pantalla de televisión, llamó la atención de algunos pasajeros. Villoro despegó los ojos del libro. El anuncio discurría en la terminal de un aeropuerto, el Galeao Internacional de Río de Janeiro; pero los pasajeros de aquel vuelo -también con destino París- eran, nada más y nada menos, que los cracks de la canarinha

Tras un plano general de la terminal, la cámara enfocaba a Ronaldo abriendo su mochila de mano y sacando una reluciente pelota de fútbol. El killer brasileño comienza a dar toques, a juguetear con sus aburridos compañeros de Seleçao. Romario, al verlo, sonríe. Cuelga el auricular de la cabina y, rápidamente, improvisa una portería con las vallas de seguridad. Poco tardan en sumarse a la pichanga Roberto Carlos, Rivaldo, Denilson, Juninho o Leonardo. Y surge el jogo bonito: gambetas entre los pasajeros por la pasarela, caños a los guardias de seguridad, uno que se cuela por las cintas de equipaje, otro que atraviesa los escáneres; incluso salen a la pista de aterrizaje, lanzándose la pelota con pases parabólicos entre autobuses, helicópteros y hasta un monstruoso Boeing 747. Al final de aquellos trepidantes noventa segundos, la pelota regresa a los pies de Ronaldo, que regatea a todo el que sale al paso para volver a plantarse frente a la portería donde todo empezó. R9 levanta la cabeza, apunta, dispara. Decenas de pasajeros siguen ojipláticos la trayectoria del disparo. Pero la pelota, para desilusión general, termina golpeando en el palo. 

Aunque posiblemente ya hubiera visto el anuncio en varias ocasiones, Villoro volvió a sonreír al ver cómo Ronaldo se llevaba las manos a su rapada cabeza tras el fallo. Airport 98, sin duda, se había convertido en un anuncio innovador que había llevado al fútbol a un escenario donde nunca antes se había visto: la publicidad. La marca deportiva Nike había firmado un contrato con la Federación de Brasil un año antes, por 250 millones de libras. 'Queríamos ser la marca deportiva número uno', había asegurado Pierre-Laurent Baudey, director de estrategias comerciales de Nike, 'y para hacerlo teníamos que ser la marca de fútbol número uno'. 

 No tardarían mucho en lograrlo. Después de aquel Mundial de Francia, Nike se coronaría como reina indiscutible de las marcas deportivas.

Leer artículo completo en Revista Ultras #1

miguel ángel ortiz olivera
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