El desembarco del deporte rey

17.11.2016

Los más ancianos de La Mina, como se conocía en aquella época a Río Tinto, observaban pasmados cómo los rubios y fornidos ingleses corrían en calzones detrás del pelotón. Se sacaban el mondadientes de la boca, y barruntaban: «¿Por qué no lo agarran con las manos? ¡Mira que son borregos estos colonos!». Si, al salir de la escuela, los zagales imitaban aquel juego por las callejas del pueblo, sus padres les reprendían: «Será que no hay entretenimientos de aquí, para andar jugando a eso».

El asunto cambiaba por las noches, en la taberna. Tras una agotadora jornada de trabajo, los ingleses bebían, igual o más que los lugareños, con una sed que la cerveza no sofocaba. Con las jarras, perdían toda esa elegante educación que lucían por el día. A medida que se iban emborrachando, muchos hasta se animaban a chapurrear en castellano. Una de aquellas noches, explicaron a los vecinos que aquel juego se llamaba foot-ball, mientras uno se señalaba el pie y otro hacía lo propio con el pelotón. Explicaron, igualmente, la regla principal: no se tocaba el pelotón con las manos bajo ningún concepto. Era lo más importante, lo que lo diferenciaba del rugby. Se pidieron más cervezas, y colonos y lugareños brindaron. Unas noches más tarde, y unas cuantas cervezas después, aquel sport pasó, de considerarse una locura de los colonos, a convertirse en una pasión entre los vecinos.

El foot-ball desembarcó, a finales del siglo XIX, en los principales puertos españoles. Muchos marineros ingleses bajaron de buques y vapores con un pelotón en la maleta. En 1873, los ingleses y los españoles que trabajaban en las minas de Río Tinto ya disputaban partidos. La Río Tinto Company Limited compró el yacimiento, y sus trabajadores formaron el Club Inglés. Cinco años después, en 1878, de este club surgió el Río Tinto Foot-ball Club, equipo que vestía los colores de la selección inglesa, camiseta blanca y calzón negro, y que no pasó a la historia como el decano del fútbol español porque los ingleses nunca lo federaron como club.

Aquel sport que había conquistado a los vecinos de Río Tinto no tardó en llegar a la capital. Ese mismo año, 1873, ya se jugaron varios encuentros amistosos en los descampados cercanos a la fábrica de gas. Palabras como goal, plongeon, melé o forwardresonaban por las calles de Huelva con una naturalidad inaudita. Toda la ciudad hablaba de aquel nuevo juego, solo apto para hombres viriles que no temieran poner en liza su honor en el terreno de juego. Nació el Recreation Club, asociación deportiva que fomentaba la práctica del tennis, el cricket y el foot-ball, y que, en 1878, se escindió en dos. Uno de ellos, el Club Recreativo de Fútbol, pasó a la historia como el primer club del fútbol español. Fue también en Huelva donde, en 1892, coincidiendo con la inauguración del estadio El Velódromo, se disputó el primer trofeo, la Copa Diputación, como parte del festejo del IV Centenario del Descubrimiento de América.

Por aquel entonces, el foot-ball había atracado en otros puertos de España. Vigo fue la sede del Eastern Telegraph Company desde 1873, club formado por ingleses procedentes de Porthcurno, al sur de Cornwall. En Bilbao, hacía años que era habitual que los vecinos se quitasen la txapela y retasen, caballerosamente, a los teams de residentes y marineros ingleses. Se reunían en la Campa de Santa Engracia, los domingos por la mañana, hasta que, en 1898, se fundó el Athletic Club y el fútbol se convirtió en religión. En Barcelona, el 22 de octubre de 1899, apareció un anuncio en la revista Los Deportes. Lo firmaba Hans Gamper, un suizo apasionado del balompié. Buscaba aficionados interesados para crear un club en la Ciudad Condal. Un mes después, nació el Fútbol Club Barcelona y Gamper pasó a la historia como su fundador. Con el nuevo siglo, en Madrid, el New Football Club cambió su nombre a Football Sky, y tras su estela, nacieron muchos otros clubes. Entre ellos, el Madrid CF, presidido por Carlos Padrós, uno de los organizadores del primer gran torneo a escala nacional: la Copa de Coronación de Alfonso XIII, en 1902.

Trece años después de su coronación, el rey Alfonso XIII fue nombrado Presidente de Honor del Club Recreativo de Huelva.

«El doctor Mackay», publicó La Provincia el 15 de marzo de 1915, «entregó ayer al Ministro de Gracia y Cultura un mensaje dirigido al Rey, ofreciéndole la presidencia honorífica del Club Recreativo de Huelva [...] Seguramente el soberano, que tanto amor siente por los deportes, accederá a los respetuosos deseos que en el mensaje se exponen, toda vez se trata de una antigua sociedad, que cuenta en su historia páginas brillantísimas».

El Rey, amante sobre todo de los deportes de motor, aceptó. Al día siguiente, se escribió la página que lo confirmaba, además de decano, como club Real. El Recreativo, dos meses después, ya lucía su flamante distinción delante del nombre del club: «Ayer por la tarde», contaban en La Provincia, «se jugó un interesante match de football, entre un equipo del vapor inglés Arramoor y otro del Real Club Recreativo. El triunfo, como es de rigor, quedó para los de casa, que hicieron ocho goals por uno de los ingleses». En algo más de tres décadas, los españoles habían pasado de tratar de entender las reglas de aquel juego, a golear sin piedad a sus propios inventores.



FUENTES:

El estadio y la palabra: deporte y literatura en la Edad de Plata, Luis Francisco Cuenca.

miguel ángel ortiz olivera
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