El único rey de los juguetes

12.04.2017

En los noventa, los juegos de fútbol crecían y se multiplicaban mucho más rápido que los cuatro pelillos bajo tus enclenques patillas. Si hubieras hecho caso a tu madre, metiendo en una cartilla lo que echabas en la máquina, te hubieras ahorrado muchos problemas. Pero tú no habías nacido hormiga. Fan de la cigarra, veías con cuánto entusiasmo celebraban los goles los futbolistas virtuales del Super Side Kicks, y de pie ante aquellos gráficos increíbles, los cinco duros te quemaban en el bolsillo.

Suerte que algunos colegas tenían ordenador y te dejaban echar un vicio al PC Fútbol. Otros se hicieron con la Super Nintendo, y jugaste por primera vez con cámara frontal alSuper Soccer.Para la Mega Drive llegó elFIFA con aquella estrella que brillaba a los pies del jugador que conducía la bola, y la vista isométrica que lo cambió todo. Poco después haría lo propio el International Superstar Soccer Deluxe, semilla del Pro, con una jugabilidad nunca antes vista. Por el barrio, pululaban la Game Boy y la Game Gear y en aquellas maquinitas jugamos nuestras primeras finales. En lo que duraba la partida, rematabas como Zamorano con un toquecito al botón. La caña de Raúl siempre estaba preparada en la marejadilla del área pequeña: apretabas el botón, y gol. Centrabas al área con la precisión de Julen Guerrero, sin sudar la camiseta. Laudrup y Guardiola hacían pases medidos, fáciles de dibujar con los botones. Hasta podías pasar de cuartos con España.

Pero la ilusión que creaba el juego se fundía a la misma velocidad que las pilas. Se gastaba como el dinero y nunca volvía. Y allí estabas otra vez en el barrio, con el de siempre, aquel Etruscotan picado de gravilla que apenas se leía la palabra que llevaba tatuada entre las cabezas de león: Único. Para qué más: si es precisa, una sola palabra puede contener toda una biografía. Nunca te había pedido dinero ni que le cambiases las pilas, y allí seguía, fiel como los buenos colegas. ¿Qué hubiera sido de ti sin él? ¿Recuerdas qué sentías cuando se colgaba? ¿Y cuándo aquel paquete al que nunca debiste dejar jugar lo lanzó a la carretera?

Decenas de balones se dejaron la vida en el barrio. Un Adidas Inter murió de inanición, colgado en un polvoriento balcón deshabitado. Un Tango pasó a mejor vida perdido entre espesos matorrales de ortigas. Por mucho que lo buscaste, volviste a casa con las manos vacías y las espinillas salpicadas de ronchones. Un Mery Sport falleció atropellado aunque, en realidad, te alegraste: aquel horrible balón parecía zurcido con cuero sobrante. El Mikasa, en cambio, sobrevivió a más de uno porque los chinos habían creado un balón indestructible. Os había hecho hombres a ti y tus colegas, y podría hacer lo mismo con vuestros hijos. El Adidas Azteca se esfumó bajo un coche aparcado. Cuando te tumbaste para sacarlo, había desaparecido por arte de magia, quién sabe si la misma con la que Maradona había marcado el gol del siglo. El dueño del bar secuestró un Questra para que no le espantásemos la clientela. Y elOlympia lo confiscó el vecino que limpiaba los balonazos de la fachada sin saber que borraba los capítulos más apasionantes de la historia del barrio.

El Etrusco se retiró de la batalla con todos los honores. Aguantó golpes contra la pared. Mordiscos de gravilla. Pisotones. Manotazos, codazos, rodillazos y todas las jodidas palabras que acababan en azo. Solo dejó de prestar servicio tras entregar el último suspiro de su maltrecha cámara. Había gozado de una vida larga y plena y, despellejado, llegó a viejo. Te vio caer y levantarte. Te enseñó a regatear los problemas. Siempre volvió de aquella pared perfecta con el bordillo. Ningún otro balón, nunca, volvería a llenar el hueco que dejó entre tus playeras. Rey Únicoentre los balones, el único rey de los juguetes.


miguel ángel ortiz olivera
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