La lírica del balompié

26.11.2016

Por mucho que algunos intelectuales desconfiasen de la invasión del deporte rey, hubo otros que lo apoyaron fervientemente desde su desembarco.

Uno de ellos, Eugenio d'Ors. Durante muchos años publicó sus pensamientos en unas diminutas glosas, famosísimas en su época. En varias, abordó uno de los temas de candente actualidad: el modernizante sport. En su opinión, el deporte tenía una virtud fundamental: mientras se practicaba, el deportista conseguía olvidarse de todo, incluso «lo lleva a olvidar su condición de bípedo terrestre». La natación, en efecto, fue una de pasiones; pero también le dedicó varias glosas al fútbol, o al balompié, como él prefería llamarlo. Notas sobre balompié arrancaba así: «Algunos poetas, en vena de ultra o de futuro, han abierto, por fin, los ojos al presente y, dados a remozar el viejo repertorio de temas líricos, cantan ya, entre otros espectáculos de la vida moderna, los partidos de balompié».

Él acudió a muchos, como relató en Notas nuevas sobre el balompié. Incluso criticó algunos cambios implementados en el reglamento. El juicio del réferee, según él,no debía entrometerse en el juego, al menos no tanto como se proponía en ciertos círculos: «¡Y que tuviéramos que recurrir a Pascal y a las razones que la razón no conoce, y a Freud y los complejos que no conocen vergüenza, para decidir si a este defensa derecho, que ha jugado sucio, hay que pitarle un penal o no!». Advirtió, igualmente, que «la pasión popular ante las figuras, ante los gestos y las gestas de los jugadores» incendiaba la imaginación de los más jóvenes con la fiebre del balompié, al tiempo que les hacía olvidar «algunos deberes, en aras del celoso numen que ha acabado enseñoreándose de la continua agitación de los pies». En Semifinales sobre el balompié, vaticinó que «el balompié espera su Cervantes», asunto de carácter urgente, ya que, como él lo veía, el profesionalismo estaba acabando con sus últimos vestigios de caballerosidad.

Ernesto Giménez Caballero, fundador de La Gaceta Literaria, rápidamente le dedicó una sección al deporte en su revista. Para él, era un arte más. En 1928, publicó Hércules jugando a los dados, ensayo en el que abordó, con estilo vanguardista, el tema del sport. Como Eugenio d'Ors, esperaba la llegada de ese Cervantes que lograra reflejar su época a través del deporte, y al fin, lo desvinculase del primigeneo estilo periodístico: «Esos periódicos -junto al poema y al roman deportivo- constituyen, en rigor, la literatura primitiva del deporte. Una literatura de juglería. Y va siendo hora de crear -frente a esta- una culta, humanística y crítica. Puramente intelectual». En definitiva, Giménez Caballero proponía hacer deporte con la literatura, y no del deporte, literatura.

Entendía que España debía contaminarse de anglicismos si quería huir de la tradición semítica y católica que la había conducido hasta entonces. En el capítulo Explicación del fútbol, enumeró algunos porqués del florecimiento del balompié en España: «Es una reacción contra los viejos valores concebidos, la ironía trágica de un pueblo que ha jugado hasta entonces con la esfera del mundo y ahora se divierte con una llena de aire». El desastre del 98 había dejado el país en ruinas y había llegado el momento de levantar algo nuevo de sus cenizas. El fútbol se convirtió en el pilar angular. Su práctica, en una de las claves «para que esta joven y atlética humanidad no se adultere y torne a lo antijóven, lo antidivino, lo antiheráclito». Además de un canto a la juventud, Giménez Caballero veía otro factor fundamental en la lucha de lo moderno y lo antiguo: «El fútbol, en España, es la protesta valiente contra los toros».

El periodista vasco Jacinto Miquelarena fundó y dirigió el periódico Excélsior, antes de pasar a ABC y ser nombrado director de la revista deportiva Campeón. De su experiencia como redactor publicó, en 1934, Stadium. Notas de sport. Fiel defensor de todos los deportes, no le tembló la mano cuando tuvo que ser crítico en ciertos aspectos. Para él, la fiebre del balompié, junto a otras, tenía visos de enfermedad: «Se pueden decir cosas terribles del fútbol y el boxeo», escribió. «En primer lugar es posible decir que no son deportes, sino enfermedades. Uno se siente atacado de fútbol o de boxeo como puede sentirse de cáncer». En la línea de Giménez Caballero, reivindicaba el papel del joven atleta para reflotar el país; pero, como Unamuno, recelaba de los deportistas contemplativos: «Nada tiene que ver con el sport el boxeo y el fútbol contemplativos. Son espectáculos de puro, de alfiler de corbata, de uña larga, de gesto impertinente y de lugares comunes».

De igual manera, criticó los premios y la cada vez más utilizada palabra récord: «La enfermedad del deporte es la contemplación. Son las medallas, son las copas; es en fin todo lo que mide y calibra el esfuerzo, recompensándolo con una escala de premios que se parece mucho a una tarifa». Tarifa que, desgraciadamente, nunca se dejó de pagar, en aras de una competitividad que roía la esencia del deporte para convertirlo en el negocio más rentable del mundo.


FUENTES:

El estadio y la palabra: deporte y literatura en la Edad de Plata, Luis Francisco Cuenca.

Orígenes de la prensa diaria deportiva: El Mundo Deportivo, Clara Sainz de Baranda Andújar.

Hércules jugando a los dados, Ernesto Giménez Caballero.

Stadium. Notas de sport, Jacinto Miquelarena.

miguel ángel ortiz olivera
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