La literatura de la pelota de Santoro

09.07.2020

Dicen que una imagen vale más que mil palabras, y aquella apareció, precisamente, para reivindicar las más hermosas que había escrito el poeta Roberto José Santoro. En la imagen, o más bien en el grafiti, aparecía aquella palabra, POETA, en la frente de Santoro. Los grafiteros habían tomado como modelo una imagen del poeta que, con el paso de los años, se había hecho icónica: Roberto Jorge Santoro pidió que le tatuaran su oficio en la frente, se calzó su mítica gorra, se acicaló el frondoso bigote y miró a la cámara desde lo más profundo de sus ojos oscuros. "Dispará", dijo. Y así pasó la historia.

Cuando, en 2017, se acercaba la fecha del cuarenta aniversario de su desaparición, el barrio bonaerense de Chacarita, donde se formó como hombre y poeta, apareció salpicado de estos grafitis. No fue el único tributo. La mañana del 3 de junio, familiares, amigos y asociaciones de vecinos colocaron una placa en el número 568 de la calle Fraga, frente a la casa donde había vivido desde los cuatro años. El texto de aquella placa sonaba como un poema, críptico y macabro, que resumía su trágico final. Y que, como los poemas que tanto le gustaban a Santoro, señalaba a los culpables sin miedo ni rubor: Aquí vivió Roberto Jorge Santoro/ Militante popular/ detenido desaparecido/ por el terrorismo de estado/ 01/06/1977/ Memoria y justicia.

Un poco más abajo, en la placita donde la calle Fraga se cruza con la avenida Forest y Teodoro García, otra placa recuerda, desde hace dos décadas, la figura de Santoro. Quizás, que unos niños corran libremente detrás de una pelota en su plaza sea el mejor homenaje para Santoro. Al fin y al cabo, así había cantado la poesía del fútbol: con la pasión encendida de un niño.

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miguel ángel ortiz olivera
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