La materia dispuesta de la figura del mundo

12.07.2023

Los libros, en muchas ocasiones, dialogan entre ellos, complementan silencios, caminan de la mano hasta las estanterías de las librerías. Es el caso de las dos recientes obras firmadas por el prolífico escritor y periodista mexicano Juan Villoro: La figura del mundo, recientemente publicada por Literatura Random House, y Materia dispuesta, oportunamente recuperada por la más que interesante editorial Almadía.

A pesar de que veinticinco años los separan, ambos libros vendrían a abordar situaciones comunes pero desde perspectivas muy alejadas. Mientras que en La figura del mundo Villoro recrea la biografía de su padre, el filósofo mexicano-catalán Luis Villoro, a partir de sus recuerdos de infancia y adolescencia, además de testimonios de colegas de profesión y familiares, en Materia dispuesta, su segunda novela, publicada originalmente en 1997, abordó el bildungsroman de Mauricio Guardiola, un joven que comparte rasgos familiares y sociales con el propio autor, aunque sutilmente camuflados por varias capas de literatura.

Con La figura del mundo, más que reproducir fielmente la vida de su padre, Villoro le brinda un homenaje tanto al importante legado filosófico que dejó en México, a la altura de Octavio Paz o Carlos Fuentes, como a la figura paterna que con el paso de los años aprendió a desnudarse en la intimidad familiar. Filósofo de primer orden, prolífico escritor, ávido lector, incansable luchador social, militante zapatista; pero al mismo tiempo padre divorciado, amante irredento, un hombre enrocado en sus ideas que, en sus últimos años de vida, aprendió a desprenderse de la coraza filosófica y literaria que en muchas ocasiones no le permitió disfrutar plenamente de la relación con sus hijos. «¿Es posible entender lo que un padre ha sido sin nosotros?», se pregunta Villoro en el libro. Y él mismo responde: «Ser hijo significa descender, alterar el tiempo, crear un desarreglo, un desajuste».

Y precisamente eso es Materia dispuesta: un desajuste en el bildungsroman del narrador, Mauricio Guardiola, que ironiza con mucho humor contra su propio leitmotiv. Desde la primera página se pueden rastrear las huellas del filósofo en la figura paterna del atribulado Mauricio. Un claro ejemplo es el apellido catalán: 'guardiola' en castellano quiere decir 'hucha' y en la novela simboliza el lugar donde el protagonista pretende ir atesorando sus experiencias vitales. Su padre, sin embargo, es un hombre muy mujeriego que se lo lleva a sus furtivos encuentros amorosos para no levantar sospechas en su casa. Mauricio, por tanto, crece en un ambiente familiar y social que poco aporta a su educación sentimental y que nada le ayuda a la hora de llenar su hucha con experiencias que le autodefinan como persona. Algo similar a lo que les sucede a la mayoría de ajolotes, como el que aparece en la flamante portada de la edición de Almadía: solo gracias a unas condiciones extremadamente azarosas, unos pocos consiguen mutar en salamandra.

«Mi padre siempre usó el lado rasposo de la toalla», arranca Materia dispuesta. «Si algo definía su carácter era la furia para frotar y admirar su carne enrojecida […] mostrando a un hombre joven […] satisfecho de los músculos que en su particular código de valores significaban «estar vivo». Dos libros que nos presentan a dos padres, en apariencia muy diferentes, enfrentados a un mismo espejo. Dos formas de mirar la misma figura: la literaria y la biográfica. Dos libros que, en muchos pasajes, se funden en la misma materia dispuesta para moldear la figura del mundo. 

miguel ángel ortiz olivera
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