La prórroga de Ulises

06.08.2021

Ulises dormía plácidamente la siesta. Desnudo. Arrullado por el murmullo de la corriente del río. Incluso el héroe más grande necesita de una prórroga. Para tomar aire tras el naufragio. Tras la pérdida de su barco y su tripulación. Al otro lado de los espesos arbustos, la hermosa Nausícaa, hija del rey de los feacios, juega a la pelota con sus doncellas mientras la ropa recién lavada se seca al sol. Risas veladas. Canciones festivas. La esfera que atraviesa el cielo azul. Felicidad infantil. Hasta que, por gracia de Atenea, Nausícaa falla el pase, la pelota cae al río y se enreda en un peligroso remolino. Nausícaa, la de los níveos brazos, grita. También sus doncellas. Y despiertan al héroe de su sueño. Terminan con su descanso. Fin de la prórroga.

Homero así lo relató en el canto VI de su Odisea. Los héroes, escribió, aspiraban únicamente a la gloria que podían conseguir con sus manos y sus pies. Miles de años después, la historia se repite. Ulises continúa embarcado en un viaje eterno. El periplo de todos los hombres. El mismo naufragio. Idéntica derrota. "Yo sueño con ser Ulises", escribe Antonio Agredano en Prórroga, "pero recojo mi plato de la cena con restos de kétchup que les eché a las salchichas recalentadas". Habla el protagonista, Julián Bellón. Exportero de fútbol. Portero de discoteca. 40 años. Un Ulises moderno sin puerto donde caer muerto. Sin larguero del que colgarse. Sin guantes para detener los embates de la vida. Sin escudo que defender.

"Los futbolistas", escribió David García Cames, "contemplados como nuevos dioses, o mejor dicho nuevos héroes, sobreviven a un tiempo en la medida en que son capaces de insertarse en el discurso mitológico que les arropa". Bellón, sin embargo, no tiene hazañas a las que aferrarse más allá de un lejano ascenso con el Córdoba, en el que apenas participó. Atrapó el sueño de la infancia con sus guantes Uhlsport, pero lo dejó escapar. Anudó entre sus brazos a muchas mujeres, pero todas terminaron dejándolo solo. Bellón se ha convertido en un Ulises moderno. Uno atrapado entre las líneas de cal del pasado. Aplastado por el peso de la portería. Encadenado a sus postes.

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miguel ángel ortiz olivera
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