La selección clandestina

El actor Cassen, protagonista de La Liga no es cosa de hombres, realizó el saque de honor del primer partido mixto disputado en España. Fue el 11 de diciembre de 1971 en la Nueva Creu Alta, Sabadell. Al día siguiente, Mundo Deportivo publicaba que «ellas eran las más destacadas futbolistas del Campeonato de Catalunya de fútbol femenino y ellos, figuras populares de la canción, locutores de Radio Reloj, de Radio España y famosos exjugadores de fútbol». Ese mismo año se disputó la Copa Fuengirola Costa del Sol, pero el fútbol femenino, en palabras de Conchi Amancio, no terminaba de cuajar:
«Es evidente que el fútbol femenino existe. El boom fue bien acogido en todo el mundo, menos en España. A los españoles les molesta que juguemos tan bien o mejor que los hombres. No tenemos tanta propaganda como ellos, pero hacemos más goles».
Faltaba un paso. El gol decisivo. Rafael Muga lo tenía en la cabeza. Le daba vueltas y vueltas, y siempre llegaba a la misma conclusión: España necesitaba una Selección, por muchas trabas que pusieran desde la Sección Femenina. Decidió elegir a las mejores y organizar un partido. El 21 de febrero de 1971, la selección de Muga se enfrentó a Portugal ante las tres mil personas que se acercaron a La Condomina. La Sección Femenina se había opuesto al partido, igual que el Colegio de Árbitros de Murcia. El colegiado, Sánchez Ramos, dirigió el partido en chándal en lugar de saltar al campo con la vestimenta oficial. No pudo pitar el inicio en hora. El partido comenzó con 20 minutos de retraso porque, en el último momento, hubo diferencias con el caché de las lusas. Kubalita, Virginia II, García, Herrero, Feijoó, Angelines, Vázquez, Virginia I, Cruz, Conchi y Laura formaron aquella primera selección clandestina. Con el brazalete de capitán y el 9 a la espalda, Conchi Amancio lideró a las suyas, que terminaron empatando a tres.
Tras aquel debut vinieron más partidos. Aunque llenaron Las Margaritas, La Rosaleda o La Romadera, jugaron sin apoyo federativo. En todas las ciudades, las chicas fueron recibidas con música y ramos de flores para contrarrestar los comentarios machistas que trataban de empañar la fiesta del fútbol. Comentarios que, por suerte, nunca las amedrentaron. En julio de ese año, en el Comunale de Turín, ante más de 40 mil espectadores y contra las subcampeonas del mundo, las españolas no lucieron escudo en la camiseta por desautorización de la Federación. Aquel no sería el único gesto despectivo de los mandamases del fútbol.
Aquel año de 1971 se había disputado el segundo Mundial femenino, en Méjico. Venció Dinamarca, como el año anterior en suelo italiano. En Méjico se propuso a España como organizador del siguiente torneo, pero la iniciativa cayó en saco roto. José Luis Pérez Payá, Presidente de la Federación, además de exjugador de Atlético y Real Madrid, les negó la posibilidad de inscribirse. Así lo afirmó, en 1971, en el diario Marca: «No estoy en contra del fútbol femenino, pero tampoco me agrada. No lo veo muy femenino desde el punto de vista estético. La mujer en camiseta y pantalón corto no está muy favorecida. Cualquier traje regional le sentaría mejor».
La mentalidad cambiaba, pero con exasperante lentitud. En 1973, personajes del mundo del fútbol como el doctor Echevarren -galeno de la Real Sociedad y reputado especialista en Medicina Deportiva-, a pesar de ser partidario de la profesionalización del deporte femenino, decía en el artículo Deportes para la mujer: «En primer lugar quiero dejar bien sentado que eso que juegan las mujeres con un balón no es fútbol. Es una parodia o una representación bufa, pero nunca el deporte por todos conocido». Opinión compartida por muchos hombres y mujeres, a pesar de que, con sus actuaciones en el campo, las futbolistas habían demostrado que el balón también era asunto suyo.