Las invencibles Karbo

No todos los periodistas hicieron oídos sordos al fenómeno del fútbol femenino.
Por toda Galicia corría la leyenda de que, a Lis Franco, su padre le había regalado el primer balón. Rafael Franco había sido uno de los jugones de la conocida Orquesta Canaro que hizo al Deportivo subcampeón de Liga en 1950. De casta le viene al galgo, decían los paisanos. Contaban que aquella chavala, Lis, hacía diabluras con el balón en los pies. Contaban que su equipo, las Karbo, eran invencibles. Todo el mundo hablaba de ellas. Aquellas chavalas jugaban con embrujos de meigas. Y llamaron la atención de Manuel Rivas. Corría el año 1983. Manuel Rivas tenía algo más de veinte, y escribía artículos periodísticos. Y poesía. Decidió ir a verlas entrenar. Y le embelesaron. Viéndolas entendió por qué las conocían en toda Galicia: encadenaban jugadas como versos, rimaban pases con paredes perfectas y hacían goles que eran auténticas obras de arte.
Manuel Rivas investigó los orígenes. El nombre, Karbo, les venía de la suma de Carrasco y Borrego, los apellidos de Ramón y María del Carmen, matrimonio que regentaba el centro de enseñanza del barrio coruñés de Los Mallos. De allí, en 1968, habían salido las primeras jugadoras. Entre Francisco Cadahia, el presidente, y José Mañana, el entrenador, habían juntado a 20 chicas de entre 15 y 28 años para un partido en las fiestas locales. Y aquellas chavalas habían terminado convirtiéndose, en una década, en referentes del fútbol femenino español.
Todas solteras, combinaban estudios y trabajo con el fútbol. Manuel Rivas descubrió que entrenaban, dos días a la semana, en campo de tierra. Los días de partido, jugaban en Elviña o Vilaboa. Si era en horario de misa, hasta las prestaban el pasto de Riazor. No tenían rival en Galicia. Ni siquiera el Depor, que en aquellos años naufragaba en Segunda, hacía sombra a su popularidad. En 1981 ganaron la primera edición de la Copa Reina Sofía con números aplastantes: casi veinte goles a favor y solo dos en contra. Geli Olmo, Rory, Encarna Pérez -y su cinta en la cabeza- o Lis Franco se convirtieron en referentes para las nuevas generaciones de niñas futbolistas.
Siempre salían a ganar; no distinguían entre competición y pachanga. En cuanto el balón echaba a rodar, solo tenían un objetivo: que besase la red del rival. Ganaron la Copa de la Reina del 83 al 85, y fueron subcampeonas en el torneo Cinco Naciones disputado en Orleans. Muchas de sus integrantes consiguieron, con los colores de la selección gallega, el Campeonato de España disputado en el Camp Nou en 1985. Pero hubo una victoria que terminó de consagrarlas. No fue la más importante, ni recibieron ningún trofeo, pero se ganaron un pequeño reconocimiento social. Vencieron a un equipo de hombres, el Larache, por un contundente 4 a 2.
Aquella victoria dejó claro que el fútbol también les concernía a ellas. Por más que muchos hombres las prefiriesen en delantal, ellas se habían calzado las botas. Por más que muchos hombres las prefiriesen encerradas en la cocina, ellas habían saltado campo. Y sus goles tendrían, desde entonces, la dulce fragancia del perfume de mujer.
FUENTES:
Serial Fútbol Femenino, Diario Marca.
Irene, la jugadora de fútbol más extraordinaria, Isabel Bugallal, La Opinión A Coruña.
Karbor, las futbolistas que ganaron a los hombres, Manuel Rivas, El País.
Mujeres y fútbol. La Génesis y evolución del fútbol femenino en España, Dolors Ribalta Alcalde. Revista D Mujer (publicación anual sobre mujer y deporte), núm. 2, 2011.