Mirar a los ojos del lobo

29.04.2023

Seguramente a muchos de vosotros os suene el nombre de Jim Harrison por ser el autor del texto en el que se basó la aclamada película Leyendas de pasión, protagonizada, entre otros, por un jovencísimo Brad Pitt y un invariablemente joven Anthony Hopkins. Lo que quizás muchos desconozcáis es que la editorial Errata Naturae ha publicado otros títulos del prolífico narrador y poeta norteamericano. Y yo he tenido la suerte de leer la última: Lobo. Unas memorias falsas. Y me ha sorprendido. Gratamente, se entiende.

El argumento, en apariencia, es muy sencillo: el narrador —un joven que ya ha hecho demasiadas tonterías a lo largo de su corta vida— se interna en lo más profundo del bosque con lo esencial para sobrevivir con el objetivo de alejarse de todo lo que le ha ido autodestruyendo desde la adolescencia: alcohol, drogas, trabajos, mujeres, él mismo. Y quiere, además, encontrarse con un lobo, a pesar de que sabe lo difícil de la empresa debido a los pocos ejemplares salvajes que quedan ya en Norteamérica. Sin embargo, en la soledad del bosque, no tendrá más remedio que mirar al verdadero lobo directamente a los ojos porque él se ha convertido en el depredador más peligroso para sí mismo.

A través de continuas digresiones, el narrador recorre su periplo vital —desde Boston pasando por Nueva York, Michigan o San Francisco— para ir desvelando al lector los episodios de su pasado que, de alguna manera, han marcado su vida. Una familia que no comprende sus decisiones. Un accidente que marca para siempre su vida. Problemas psicológicos resueltos con silencio. Y mucho alcohol. Y muchas dosis de literatura mezcladas con demasiadas mujeres y muy poco amor. Ni por el otro ni por sí mismo. Muchos trabajos precarios. Pocos dólares en el bolsillo. Vivir en continuo movimiento, pero sin cinturón de seguridad ni arneses ni ancla. Vivir al borde del abismo.

Aunque el subtítulo las tilda de memorias falsas, Jim Harrison volcó en esta novela mucho de sí mismo. La escribió cuando tenía treinta y tres años. Con la columna vertebral destrozada tras un accidente en la montaña. Postrado en la cama. En solo dos meses. Ya había perdido un ojo. Y a su padre y su hermana en un trágico accidente de coche. Había perdido el trabajo como profesor de literatura. Tenía problemas con el alcohol. Tenía problemas con las mujeres. O con el compromiso. Tenía problemas, sobre todo, consigo mismo. Solo le quedaba su vieja Remington. Y su pasado. Solo podía mirar al lobo a los ojos. Y contarlo con una prosa bella y brutal al mismo tiempo.

En resumen: en Lobo, Jim Harrison plasmó la rutilante vida de un Rimbaud moderno, mentiroso y caprichoso como Holden Caulfield, amante de la naturaleza como Thoreau, y lo hizo al más puro estilo Faulkner.

miguel ángel ortiz olivera
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