Y la carne se hizo verbo y habitó entre nosotros para siempre

21.11.2022

LA PALABRA DE LOS EVANGELISTAS

Tu manera de jugar al fútbol se ganó todos los adjetivos. Cada una de tus jugadas se convirtió en un relato heroico. Tu forma de vida, en cambio, muchas veces solo mereció descalificativos. Y cada uno de tus errores, lejos de la cancha, recibió críticas acervadas. Ni Jesucristo tuvo tantos evangelistas como tú. Ni Jesucristo fue crucificado tantas veces como tú. Porque tu mayor castigo, Diego, fue vivir entre mortales: toda tu vida cargaste con la pesada sombra de tu mito. Y así plasmó tu tragedia Mario Benedetti, en su poema Hoy tu tiempo es real: 'Tu edad de otras edades se alimenta/ no importa lo que digan los espejos/ tus ojos todavía no están viejos/ y miran, sin mirar, más de la cuenta'. 

Juan Villoro, evangelista por excelencia, definió el fútbol como el deporte que había hecho de la patada una de las bellas artes, y a ti, como 'el mayor artista del capricho que ha conocido el fútbol'. Villoro narró los dos milagros que obraste en México: La mano de Dios, que solo vio Peter Shilton y que millones de argentinos recordarán por siempre, y el Gol del Siglo, que hizo D10S al hombre en 37 zancadas y 11 toques de pelota. También recuperó tu evangelización por tierras italianas. De tu paso por Nápoles, Diego, quedarán para siempre la pizza Maradona, la Via Maradona, la piazza Maradona. Y el recuerdo de aquella triste final mundialista que perdiste en Roma, donde ni siquiera tus milagros pudieron contra una decisión arbitral. Luego vinieron tus años deambulando por el árido desierto de las drogas. Los controles antidoping, las suspensiones, las continuas recaídas. 

Pero tus verdaderos fieles siempre supieron perdonarte. Como cantó Rodrigo, en La mano de Dios: 'Carga una cruz en los hombros por ser el mejor,/ por no venderse jamás al poder enfrentó./ Curiosa debilidad, si Jesús tropezó,/ ¿por qué él no habría de hacerlo?' O como escribió Eduardo Sacheri, en Me van a tener que disculpar: 'El tiempo nos hace la guachada de romper los momentos perfectos, inmaculados, inolvidables, completos'. Porque tu tiempo, Diego, no era de este mundo. Tu tiempo solo se acompasaba al del balón. Tu tiempo era una esfera redonda, perfecta. Y tu imagen debió ser imperecedera: tú, Diego, cabalgando por la cancha con el balón cosido a tus botas, pegado a tus pies. 

Roberto Fontanarrosa lo expresó con más sencillez: 'Qué me importa lo que Diego hizo con su vida', escribió, 'me importa lo que hizo con la mía'. Porque tu fútbol nos redimió de la rutina y el tedio. Tu fútbol pintó de colores miles de vidas que solo conocían los tonos grises. Y desafió tácticas y pizarrones para ser, por siempre, pura infancia: la rebeldía del caño, la picardía de la pared con el bordillo, el arte por el arte de la gambeta, el amague que convierte al portero en estatua. 'El único sitio en el que Diego se siente auténtico es dentro de la cancha', escribió Jorge Valdano en sus Cuadernos, 'ahí vuelve a pisar tierra, vuelve a sentirse débil, vuelve a sentirse niño'. 

Michel Platini elogió a ese niño que siempre fuiste en la cancha, Diego, comparándote con una leyenda: 'Zidane hace con una pelota lo que Maradona hacía con una naranja'.

Leer artículo completo en Revista Ultras #1

miguel ángel ortiz olivera
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